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Ni Una Menos

Los chistes de estos tucumanos matan y no de la risa

Cacharpaya es un programa que se instaló en la siestas tucumanas. Entre sus recetas humorísticas, la naturalización de la violencia contra la mujer parece destacarse como su ingrediente favorito.

Captura web.

Que se lo proteja bajo el nombre de “folklore” no significa que esté bien. Estamos completamente acostumbrados a la naturalización de la violencia a través del chiste. Entre risas y carcajadas, nos acostumbramos a que haya que tenerle miedo a la suegra, cagar a palos a la bruja y a recordar que las cosas que le pasan a ella se las merece porque era “tan pero tan puta…”.

Es incómodo y molesta cuestionarse cosas que ya están arraigadas. Más de uno se cansó de decir o escuchar “no es para tanto”; resulta que sí, sí lo es. El humor del argentino es algo que se transmite de generación en generación y, en general, estos chistes sólo habilitan a una instancia de violencia verbal que carga y naturaliza estereotipos.

Seguramente, cuando se piensa en estas conductas, nos remitimos directamente a programas de Buenos Aires. En Tucumán también nos sentamos los sábados en familia o con amigos a escuchar a una ronda de hombres regocijándose entre bromas que plantean el entierro de una mujer o la violencia física explícita.

En el video sólo se ven algunos ejemplos pero en el programa Cacharpaya, conducido por Adolfo Nicolaus, esta violencia disfrazada de risas es moneda corriente.

Resulta importante que este tipo de humor comience a ser desarraigado. Que empiece a dar vergüenza tratar como una joda a la mujer que no ve porque anda con el ojo morado por la piña que le pegó su marido.

La naturalización de la violencia es una constante del humor argentino. Condenarlo es fundamental para quienes se dejan empapar por estas dosis de humor tonto y fácil.

La señora, la suegra, el puto, la puta, todos son el blanco en este programa que se vale de la exclusión para reírse y empujar al abismo aún más a colectivos que ya están marginados. Si se comienza a desnaturalizar el humor y a tomarse en serio las consecuencias del lenguaje, el cambio, sin dudas, se hará notar.

Seguro se cruzó por varias cabezas la idea de que el humor es inocente. La reiteración del discurso a través del humor es lo que lo instala en el imaginario colectivo y hasta transforma lo caótico en algo ameno y fácil de digerir.

Se puede, claro que se puede, hacer humor sin reírse de un femicidio. En todas partes del mundo lo logran y con creces; Tucumán no tendría que ser la excepción a la hora de elaborar un humor propio e inteligente que nos lleve a identificarnos y no a que sigan habilitando espacios de violencia contra las mujeres.

Y como seguimos trabajando, esta tarde se marcha nuevamente por Ni Una Menos. En Tucumán se convoca a las 16 h para partir desde Plaza Urquiza.

La violencia verbal, que claramente engloba al chiste sexista y misógino, es el primer escalón en la pirámide de la violencia machista. No seas parte.

Vicki Ledezma